domingo, septiembre 30, 2012

Y me animé a más...


En el mes de octubre, participé  en un concurso literario de la Fundación Diagnóstico Maipú, en la semana del  Cáncer de Mama...Esta vez mi cuento  "El destino de Mercedes" tuvo una mención.Experiencia conmovedora, tarde de aprendizaje y muchas ganas de seguir conquistando otros campos de la vasta literatura...

En enero del año 2012, me anoté en un taller a distancia que sigo cursando en la actualidad.....

Sueños cumplidos, caricias en el alma, y cuentos para leer!!!!!! y mucha felicidad para compartir!!!!!!


Una mujer con sombrero
En la sala decorada por telas de diversos colores y paredes de ladrillo, el atril  parecía ser el gran protagonista de las escenas que una a una se sucedían, cuando Bautista comenzaba a crear.
Bautista tenía cincuenta años y amaba pintar, era un artista reconocido y la fama le había llegado el día en el que su obra, “Una mujer con  sombrero”, había sido reconocida con una distinción en el museo de arte contemporáneo.
Aquella obra única, colorida, sutil y poética derrochaba un placer visual intenso pocas veces reflejado en una pintura.
Cada vez que Bautista la miraba, recordaba con precisión las pinceladas de sentimientos que sin duda había dejado translucir en ella sin imaginar cuál sería su trágico final.
Aquel día el intenso frío había intentado postergar el bello desnudo de Beatriz, su musa inspiradora, pero ni la nieve de la carretera ni el viento, habían impedido que la muchacha llegara con puntualidad a cumplir con su trabajo.
—Hola — dijo Beatriz, todavía con el abrigo puesto.
— ¡Viniste!— respondió exaltado Bautista, como sin poder creer que toda aquella hermosura estuviese esperando frente a él para quedar eternizada en la tela.
— ¡Claro, ¡en eso habíamos quedado!  —aclaró Beatriz y con un gesto sutil, caminó hacia el biombo para despojarse de la ropa y posar.
Aquella tarde, la música clásica parecía reproducirse también sobre el lienzo en el que  Bautista dejaba la impronta de sus dedos cada vez que necesitaba ordenar un trazo de color.
Beatriz parecía serena y tenía una expresión tan bella en el rostro  que el maestro no hacía más que mirarla, atraído por su encanto casi enloquecedor.
El estaba feliz no sólo porque amaba lo que hacía, sino porque estaba enamorado de su musa.
Pero ella, era una muchacha joven, altanera, codiciosa y sólo buscaba sacar un rédito de su trabajo, nada le importaba más que ser la modelo de un artista famoso porque sabía que a través de la pintura alcanzaría fama y prestigio.
Sin embargo aquella tarde en la que los colores, la paleta y las telas estaban a punto de develar la obra, el clima ameno lograba malograrse con el sonido insistente de un timbre, que se escuchaba como un presagio.
— ¿Qué pasa maestro?— exclamó la muchacha algo nerviosa.
— ¡No lo sé!— dijo él— y se dirigió a la puerta para mirar a través del postigo.
Mientras caminaba, sintió que algo cambiaba en el atelier, la luz parecía esfumarse y la música sonaba de modo ensordecedor, cuando el maestro abrió el postigo, quedó perplejo, el hombre que se encontraba del otro lado de la puerta, le mostró un arma y le dijo:
— ¡Abrí la puerta rápido o te mato!—
Bautista, tembloroso dio vuelta la llave y no alcanzó si quiera a balbucear el nombre de su musa cuando un golpe por la espalda lo dejó inconsciente y lo desplomó contra el piso.
Beatriz ya cambiada corrió dónde yacía el cuerpo, y después de asegurarse del desmayo lo empujó con su pie hacia un costado del cuarto, abrió la puerta y abrazó al hombre que estaba del otro lado esperándola, todavía con el arma en la mano.
 Los dos habían planeado aquel ataque con mesura para robar, mientras Bautista continuaba todavía inconsciente.
Después escaparon dejando la puerta de calle entreabierta y algunas telas dispersas sobre los sillones del atelier.
Esa tarde, del mes de junio, el óleo de una mujer desnuda con sombrero, había sido  el único testigo de lo ocurrido y cada vez que Bautista miraba su obra no podía hacer menos que recordarlo.

 Copyright © 2012. ® Claudia de Angelis. Todos los derechos reservados—




 

Marzo, 2011 Comienza la travesía...

Empecé a soñar...
Como un niño, preparé mis trabajos, los puse en un sobre y mi compañero de aventuras los dejó en el buzón.
Estaba esperanzada, me sentía feliz, por primera vez las palabras pudieron volar y se fueron de mi escritorio.
No hice más preguntas. Esperé sin desesperar...
Un mes después la notificación informaba que mis trabajos formarían parte de una antología de cuentos infantiles y que uno de ellos recibiría una mención.
El 24 de agosto de 2011, recibí el premio y desde entonces sigo embarcada en la aventura de escribir.